Una de esas preguntas recurrentes cuando alguien está esperando un hijo o cuando un bebé está a punto de llegar a una familia es la de preguntar por su futura onomástica. “¿Y cómo se va a llamar?”, es la pregunta recurrente, con el “¿y ya tenéis nombre?”.
Por supuesto, la respuesta a estas preguntas, sea la que sea y sea como sea, se convierte en un elemento para muchas polémicas y para muchos debates. Siempre hay un familiar o un amigo que odia el nombre en cuestión y hace ‘lobby’ para que se cambie. Siempre hay quien adora el nombre futuro. Y siempre hay, también, unos cuantos ‘problemas’ de partida. Hay un tuit viral que suele aparecer en todos los listicles sobre cosas graciosas que señala que nunca se da uno cuenta de cuántas personas le caen mal hasta que tiene que escoger un nombre para un niño.
Naming
El nombre es un elemento importantísimo, como demuestra no solo este comportamiento sino también que haya toda una industria de libros y páginas webs ligadas al tema y hasta obras de teatro y películas que giran sobre este conflicto. Se ha asumido que el cómo se va a llamar marcará el resto de su vida y que el nombre dirá muchas cosas sobre cómo es y cómo se quiere que sea. El nombre es el primer elemento de la marca personal, uno que además – y como han demostrado varios estudios sobre nombres propios y trabajo – tiene un impacto que va más allá de las modas.
Y si ha quedado tan clara la importancia del nombre propio para los niños, ¿por qué a veces no se ve tan claro que es también importante para las empresas, las marcas y los productos? Las grandes multinacionales suelen ser muy cuidadosas con los nombres y con cómo llaman a sus productos y hasta su propia identidad, pero las pymes no suelen serlo tanto. Incluso las startups, con todo ser el elemento de moda y emergente en el terreno de los negocios, tropiezan a veces con el nombre.
Escoger una identidad adecuada y hacer al final los deberes en naming es crucial. Tu nombre de empresa, marca o producto también logrará despertar sentimientos enfrentados (o mucho peor: la más completa de las indiferencias) y es clave para que te recuerden y para que sobresalgas por encima de la competencia.
Son palabras a las que dotarás de significado
El nombre de las marcas y de los productos es importante. “Los nombres de marcas son palabras también”, explicaba un experto en un análisis. Como ocurre con las palabras, los consumidores no tienen muchas ideas preconcebidas sobre ellas cuando las escuchan por primera vez, aunque acaban asociándolas luego a valores, principios y creencias.
Los nombres de marca permiten a las compañías – si hacen bien su trabajo – dotar a esas palabras que ellas han creado de significado y que el consumidor se quede con ello. Una vez que dotamos de significado, sea este positivo o negativo, se queda ya para siempre con nosotros y ya nos cuesta cambiar la percepción que tenemos de ello. Por ejemplo, si nuestro vecino tenía un perro ‘malvado’ mientras éramos pequeños, lo más probable es que la palabra perro esté asociada a connotaciones negativas. Algunas marcas emplean a la hora de crear su nombre y su por tanto identidad asociada palabras que ya conocemos y que por lo tanto tienen ya un significado que aportar de antemano.
Ni literal ni sin emociones
Pero, aunque las palabras pueden aportar significados y valores previos, hay que tener un cierto cuidado al jugar con ellas. No vale cualquier cosa y no vale simplemente caer en lo fácil. Ese es, de hecho, uno de los primeros consejos que dan los expertos en un análisis en Quartz. Se debe resistir quedarse con un nombre que sea demasiado literal, que simplemente describa de forma exacta lo que se hace.
Como explica una de las expertas, se tiene a creer que va a ayudar a los consumidores a comprender qué hace la empresa, pero en realidad es una puerta abierta a problemas porque va a limitar el potencial crecimiento futuro. Además, es muy poco probable que los consumidores reciban el nombre de la empresa sin contexto y que por tanto no lleguen a saber qué es y qué hace.
Por otra parte, el nombre no solo tiene que encajar, sino que también tiene que generar los sentimientos necesarios y que la compañía busca. El nombre es lo que crea la primera impresión y por tanto el naming tiene que jugar con ello. ¿Qué sentimientos se quieren generar y qué emociones se emplearán para potenciar lo que se está vendiendo? Eso es lo que tendrá que transmitir el nombre.
Y, finalmente y como tercer punto que recomiendan en el análisis, no hay que obsesionarse con el nombre y el eslogan. Hay que hacer los deberes en naming y el eslogan ya será una nueva entrega en el proceso de crear la identidad de la marca y su estrategia de marketing.
Eligiendo un buen nombre para una marca
Podemos encontrar multitud de tips para elegir un nombre de marca, pero hemos de tener presentes que enfrentarse a este reto puede llegar incluso a parecernos un auténtico quebradero de cabeza. Desde el primer momento es vital apostar por ideas que puedan tener un alto porcentaje de éxito y que realmente funcionen a la hora de elegir el mejor nombre de marca posible. Ciertos pasos y ciertas recomendaciones a tener en cuenta de antemano pueden ayudar a hacer mejor las cosas, aunque como hemos podido comprobar, la tarea de elegir el nombre para una empresa no es una tarea sencilla, es toda una ciencia y casi un arte puesto que se trata sin dudas de un elemento crucial y decisivo que puede modificar por completo la suerte de nuestro negocio o lastrar el futuro de nuestra imagen.
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